sábado, 17 de enero de 2004

Invernal Cuerda Larga

17 de enero, 2004. Travesía invernal a Cuerda Larga. En el coche, de vuelta de la Morcuera hacia Navacerrada, charlamos sobre las viejas experiencias vividas en montañas y cómo estas son ahora pasadas a formato electrónico... Jesús comenta, "exageramos un poco cuando escribimos sobre montaña ¿no?". Quizás pueda parecérselo a quién no ha vivido la experiencia, aunque está claro que lo que en líneas se plasma suele ser aquello que por arriesgado o anecdótico, más emociones despierta. A la altura de Cotos vemos un gran revuelo montado por ambulancias, camión de bomberos, coches de la guardia Cívil... Al día siguiente, en las noticias de TV, enfrentaremos el motivo; nueve excursionistas perdidos, cuatro accidentados, dos de ellos muertos...

Son las ocho menos diez y estoy viendo amanecer desde lo alto de Morcuera. Me he adelantado 10 minutos, que habré de esperar a los puntuales "Erjezú" y "Lagus". Rápidamente me paso a su coche (abandonando al ZX, a quién ya hemos tasado y queda poco...) y sin más nos dirigimos a Navacerrada. Entre animosa charla sobre planes de geriátrico nos sumimos en la espesa niebla, "que no, que es lluvia". Aparcamos y salimos entre niebla, viento y frío, subiendo hacia la Bola del Mundo, seguimos la huella de la Oruga que por cierto nos da un pequeño susto al aparecerse por detrás a pocos metros. Calzamos crampones en Bola, y decidimos aventurarnos casi a tientas, buscando huellas e hitos. Primer descenso para volver a subir hacia Valdemartín. El suelo es puro hielo y cuesta la cuesta. Vuelta a descender y nuevo ascenso hacia Cabeza de Hierro Menor. Pequeño descenso para afrontar la Mayor.

Al descender de la Cabeza de Hierro Mayor, erramos un poco y gracias que "Dios nos vino a ver". Se abrió un claro y pudimos ver que nos desviamos. Remontada hacia el sur para volver a coger la cuerda. Cerca ya de Asómate de Hoyos, por fin dejamos atrás la niebla que aún se cierne más arriba. Al fin comemos y bebemos. Desprendidos ya de los incómodos crampones, pese a que a tramos deberíamos haberlos puesto otra vez pudimos disfrutar un rato como niños tirándonos por la nieve y jugando a escalar pendientes más acentuadas (siempre con fácil y no traumática frenada...). Sorteando Bailanderos vimos sobrevolar al helicóptero. Bajamos hasta la Morcuera sin más. 8 horas desde la partida.

Rostro sonriente, brillo en los ojos, el corazón en Calanda. Vamos a comenzar. Navacerrada, 9 H. Conversación de amigos, anécdotas, chistes y bromas. Tres amigos. Alto de Guarramillas, 10 H. Acariciados por la niebla. Compañera, imprevisible montaña coquetea con nosotros. Valdemartín, 11 H. Provocadora, barre su dominio de intrusos, no cedemos. Transparente frío que blanquea tres cimbreantes figuras. Cabezas de Hierro, 12 H. Músculos rabiosos apenas contenidos se desbocan en lo desconocido, nos reconocemos en las tinieblas, montañeros al fin. Collado de la Peña de los Vaqueros. Perdidos, no importa la hora. Consejo en el Oráculo, los dioses resplandecen. Rostros dorados, el Norte vuelve a nuestros pies. Loma del Pandasco, 13,30 H. Orgía de colores, recuperados nombres Milaneras, Torres, Los Cestos, todo brota en voluptuosa primavera. As¢mate de Hoyos, 15 H. Al Oeste Invisible Peñalara, previsible la tragedia. Hasta así sólo la alegría es nuestra permanente compa¤era. Bailanderos, 16 H. Amantes satisfechos, despedida sin adioses. La Morcuera, 17 H. La Montaña, siempre.

Salud, Lagus.

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